True or False: Eating Sugar Tends to Make Children Hyperactive
by Jacquelyn Rudis
(version en espanol despues)
Is that can of soda causing your kids to bounce off the walls? You’re probably thinking, “Of course! They’re on a sugar high!” Parents and teachers often claim that eating sugar causes hyperactivity and behavior problems in children. However, numerous scientific studies have examined this claim, and none have found a connection between sugar or artificial sweeteners and hyperactivity.
Evidence for the Health Claim
Many parents feel that sugar causes hyperactivity in their children. The idea that food can impact behavior was first introduced in 1973 by allergist Benjamin Feingold. He based his “Feingold Diet” on stories from parents who reported that food additives, including sugar, made their children restless or irritable. Since then, studies have found that parents who expect sugar to affect their children are more likely to perceive their children as hyperactive after eating sugar or drinking sugary drinks than a nonbiased observer would. Many physicians respond to parents’ concerns by recommending low-sugar diets for hyperactive children.
Evidence Against the Health Claim
A number of researchers have investigated the “sugar hypothesis.” For example, Wolraich and colleagues put children ages 3-10 on three different diets for three consecutive three-week periods. The children were either normal preschoolers, or grade school children who were described by their parents as being sensitive to sugar.
The children were given either one diet high in sucrose, one high in aspartame (an artificial sweetener), and one high in saccharin (a placebo–a sweet substance that presumably has no effect on behavior) during each three-week period. The children, parents, and researchers did not know which diet the children were on as it changed for each three-week period.
Observations of 39 behavioral and cognitive performance factors found that there were no significant differences between the three diets for the “sugar sensitive” children. Preschoolers showed slight variation among the 39 traits, but the differences did not form a pattern.
There is no evidence that consuming sugar or aspartame can make a child with a normal attention span hyperactive. Although sugar does make energy available to the body, it does not increase excitement or activity. Children with attention deficit-hyperactive disorder (ADHD) may metabolize sugar differently, and there exists the possibility that sugar may aggravate a behavior disorder that is already present. However, the majority of studies have found that even these children do not have negative or hyperactive reactions to sugar.
Conclusion
Despite widespread belief to the contrary, extensive research has not found a connection between sugar and hyperactivity. Such a link may seem to make sense because children are often hyperactive at social events where sugar is likely to be consumed, such as a birthday party or Halloween.
Hyperactivity and behavior problems are challenging to diagnosis and treat. Sugar-free diets have no place in the management of children with these conditions.
While it may be off the hook when it comes to children’s rowdy behavior, sugar still has few redeeming qualities. Dental cavities, obesity, and diabetes should provide plenty of incentive for parents to separate any child–wild or tame–from a seemingly limitless supply of sweets.
Verdadero o Falso: Comer Azúcar Tiende a Hacer Hiperactivos a los Niños
por Jacquelyn Rudis
¿Es esa lata de refresco lo que causa que sus hijos reboten por las paredes? Probablemente esté pensando, ¡por supuesto! ¡son altos en azúcar! Los padres y maestros con frecuencia aseveran que comer azúcar causa hiperactividad y problemas de comportamiento en los niños. Sin embargo, numerosos estudios científicos han examinado esta aseveración, y ninguno ha encontrado una conexión entre el azúcar o los edulcorantes artificiales y la hiperactividad.
Evidencia para la Aseveración de Salud
Muchos padres sienten que el azúcar causa hiperactividad en sus hijos. La idea de que los alimentos pueden impactar el comportamiento se introdujo por primera vez en 1973 por el alergólogo Benjamin Feingold. Él basó su "Dieta Feingold" en historias de padres que reportaban que los aditivos alimenticios, incluyendo el azúcar, ponían a sus hijos inquietos o irritables. Desde entonces, estudios han encontrado que los padres que esperan que el azúcar afecte a sus hijos son más propensos a percibir a sus hijos como hiperactivos después de comer azúcar o tomar bebidas azucaradas que un observador imparcial. Muchos médicos responden a las preocupaciones de los padres recomendando dietas bajas en azúcar para niños hiperactivos.
Evidencia Contra la Aseveración de Salud
Numerosos investigadores han analizado la "hipótesis del azúcar". Por ejemplo, Wolraich y colegas pusieron a niños de 3 a 10 años de edad en tres diferentes dietas durante tres periodos consecutivos de tres semanas. Los niños eran ya sea niños normales de preescolar, o niños de primaria quienes fueron descritos por sus padres como sensibles al azúcar.
Los niños recibieron ya sea una dieta alta alta en sacarosa, una alta en aspartame (un edulcorante artificial), y una alta en sacarina (un placebo; una sustancia dulce que presumiblemente no tiene efecto sobre el comportamiento) durante cada periodo de tres semanas. Los niños, padres, e investigadores no sabían en cuál dieta estaban los niños ya que cambiaba cada periodo de tres semanas.
Observaciones de 39 factores de rendimiento conductual y cognitivo encontraron que no hubieron diferencias significativas entre las tres dietas para los niños "sensibles al azúcar". Los niños de preescolar mostraron ligera variación entre los 39 rasgos, pero las diferencias no formaron un patrón.
No hay evidencia de que consumir azúcar o aspartame pueda hacer hiperactivo a un niño con un lapso normal de atención. Aunque el azúcar sí hace que haya energía disponible para el cuerpo, no incrementa la excitación ni la actividad. Los niños con trastorno por déficit de atención e hiperactividad (ADHD, por sus siglas en inglés) podrían metabolizar de manera diferente el azúcar, y existe la posibilidad de que el azúcar pueda agravar un trastorno del comportamiento que ya está presente. Sin embargo, la mayoría de estudios han encontrado que incluso estos niños no tienen reacciones negativas o hiperactivas al azúcar.
Conclusión
A pesar de la creencia generalizada de lo contrario, investigación extensa no ha encontrado una conexión entre el azúcar y la hiperactividad. Dicha relación puede parecer tener sentido porque los niños con frecuencia son hiperactivos en eventos sociales donde es probable que se consuma azúcar, como en una fiesta de cumpleaños o en Halloween.
La hiperactividad y los problemas conductuales son desafiantes a diagnóstico y tratamiento. Las dietas sin azúcar no tienen cabida en el control de niños con estas condiciones.
Aunque puede ser liberador cuando se trata de comportamiento infantil escandaloso, el azúcar todavía tiene algunas cualidades rescatables. Las caries dentales, la obesidad y la diabetesdeberían proporcionar un gran aliciente para que los padres separen a cualquier niño "salvaje o domesticado" de un suministro aparentemente ilimitado de dulces.
Referencias:
Crook WG. Food allergy-the great masquerader . Pediatr Clin North Am. 1975;22: 227-238. Cited by: Kinsbourne M. Sugar and the hyperactive child. N Engl J Med. 1994;330:355-356.
Kanarek RB. Does sucrose or aspartame cause hyperactivity in children? Nutr Rev. 1994; 52(5):173-5.
Kinsbourne M. Sugar and the hyperactive child. N Engl J Med. 1994;330:355-356.
Mardis AL. Current knowledge of the health effects of sugar intake. Family Economics and Nutrition Review. 2001;13(1): 87 - 91. Disponible en: http://www.sugar.org/media/pdfs/mardis.pdf. Accedido junio 28, 2006.
Wolraich ML, Lindgren SD, Stumbo PJ, et al. Effects of diets high in sucrose or aspartame on the behavior and cognitive performance of children. N Engl J Med.1994;330: 301-307.
Wolraich ML, Wilson DB, White JW. The effect of sugar on behavior or cognition in children. A meta-analysis. JAMA. 1995;274(20):1617-21.
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